La mayoría de nuestros altamente cualificados políticos coinciden en que, si queremos tener posibilidades de salir del agujero negro al que nos vamos acercando, debe cambiar el modelo en que se basa nuestra economía. El problema de estas cosas es que no basta con decirlas: hay que actuar en consecuencia. Y eso se nos da mal, y por eso estamos como estamos.
En los presupuestos que nuestro gobierno prepara para el próximo año, la inversión en investigación y desarrollo se recortará, como media, en un 15%. Me parece muy bien que se intente reducir el gasto, pero hacerlo a costa de la investigación científica hipoteca nuestro futuro y el de las próximas generaciones y empeora un panorama ya de por sí lamentable.
En este contexto, hace unos días que desde el blog La Aldea Irreductible se planteó una interesante iniciativa a la que quiero sumarme y que consiste en publicar, en el día de hoy, un artículo que aporte una razón para que no se recorte el presupuesto en investigación. Mi razón es la siguiente:
Gastamos más en cuidar a las plantas carnívoras
Las plantas carnívoras no pueden crecer en cualquier sustrato: hace falta una tierra con una composición concreta, y deben ser regadas con agua destilada o con una solución de ácido sulfúrico con una determinada concentración. Además, la mayoría proceden de pantanos, por lo que no pueden estar sin agua mucho tiempo. A las plantas carnívoras, curiosamente, les cuesta superar las sequías.
Estas voraces plantas han ido, con el paso de los años, agotando su propio suelo. Hasta que hace unos meses, la situación empezó a hacerse insostenible. Y de momento, lo mejor que se les ha ocurrido a los jardineros ha sido gastarse millones y millones para que estas plantas no mueran por la sequía, y puedan seguir cazando insectos desprevenidos.
Las plantas carnívoras son útiles, nadie lo niega. Sin embargo, desde que comenzó la sequía exigen tantos cuidados que ya apenas permiten atender a las demás como necesitan. Hay otras muchas plantas maravillosas en el jardín, plantas capaces incluso de brotar en los más estériles suelos, y que tras florecer se arrugan lentamente, ayudando finalmente a abonar la tierra para el futuro.
Y no tendría sentido podarlas precisamente ahora, cuando el suelo está agotado y el rigor de la sequía se ceba con el jardín.
¡Así se dice, sí señor! Bonita forma de explicarlo :)