No me gusta planificar demasiado mis viajes, más allá de lo estrictamente necesario. Generalmente me vale con saber cómo voy a llegar y dónde voy a dormir, pero no suelo documentarme sobre el lugar que voy a visitar, en parte porque cuando viajo estoy de vacaciones y me molesta imponerme obligaciones artificiales.
Por eso, cuando a finales de julio llegamos a la habitación número 10 de aquel hotel de Béziers no podía evitar sentir que nos habíamos equivocado estrepitosamente de destino. Aquella pequeña ciudad del departamento de Languedoc-Roussillon no parecía ofrecer nada interesante. La primera exploración del lugar parecía confirmar mis temores. Sin embargo, nos tenía reservada una sorpresa: el Canal du Midi.
El Canal du Midi se extiende desde Toulouse a Sète, a lo largo de unos 240 Km. Como en Toulouse se une con el Canal de Garonne, en total ambos atraviesan Francia, uniendo el Mediterráneo con el Atlántico, y forman lo que se llama el Canal de los dos Mares. Una pasada de obra, sí. Y de hace cuatro siglos.
A su paso por Béziers, el canal tiene una peculiaridad que descubrimos prácticamente por casualidad y que es una de las obras más alucinantes que jamás he visto.
Al parecer, tras su apertura al tráfico fluvial (allá por el 1681), uno de los grandes problemas con los que se encontraron era que una parte del canal tenía que atravesar el cauce del Orb a la altura de Béziers. Y de hecho el canal transcurría por el curso del río, lo que ocasionaba serios problemas, entre ellos la imposibilidad de recorrer ese tramo del canal durante las crecidas, frecuentes y violentas.
Así que en 1854 decidieron que construirían un puente para que el canal pasara sobre el río. Tardaron unos tres años en terminar un insólito viaducto para barcos de 12 metros de altura y 240 de longitud, del que me llevé esta extraña fotografía:
Hay un camino algo inaccesible (es necesario rodear la estación de tren) que discurre junto al Orb, y desde el cual el puente en cuestión se ve así:
Y ya sobre el puente encontramos un paseo por el cual podemos recorrer toda la ribera del canal, o al menos una buena parte, y que es así de bonito:
Como curiosidad, parece que la obra modificó el trazado del canal, alejándolo del puerto de Béziers, por lo que fue necesario construir uno nuevo (le Port Neuf), al que se llega a través de un sistema de exclusas, desde el que tomé esta otra fotografía:
Sin duda, encontrar este rinconcito fue lo que salvó las vacaciones. Estuvimos algunos días más paseando por el canal y sus inmediaciones, y los atardeceres de verano son verdaderamente preciosos, además de un festín para los mosquitos (no obstante, vale la pena).
Además de en la Wikipedia, encontré mucha información aquí acerca del puente sobre el Orb. Si tenéis oportunidad, os recomiendo que visitéis la zona.