De copas con Wolfram Alpha

Hace un tiempo escribí un artículo sobre el procesamiento del lenguaje natural en el que hacía mención a algunos motores de búsqueda que habían dado pasos importantes en este sentido. Todo aquello venía como consecuencia del anuncio del lanzamiento de Wolfram Alpha, un buscador que prometía un salto cualitativo en la forma de buscar información en Internet.

Lo cierto es que creo que ni ellos explicaron muy bien lo que habían hecho ni yo entendí bien lo poco que habían explicado, lo cual no impide que el resultado siga siendo absolutamente espectacular. Más que un sistema experto en el manejo del lenguaje natural y la recuperación de información, como parecía sugerirse en un principio, han desarrollado una herramienta que permite obtener información de una base de conocimiento de forma similar a como se hace en un buscador tradicional. La diferencia es que el resultado a una consulta no son las páginas en las que se puede obtener la respuesta, sino la respuesta en sí, y que el conocimiento es introducido de forma controlada en el sistema –es decir, no se obtiene automáticamente rastreando documentos en Internet–.

Para ver un poco las posibilidades del invento el otro día estuve haciendo algunas pruebas, y lo cierto es que estoy impresionado. No voy a extenderme mucho porque hay ejemplos para aburrir, pero por dar una idea, podemos preguntarle por el «ahora» y nos devolverá la fecha y la hora actual, las horas del amanecer y el anochecer y hasta un reloj (los enlaces de las imágenes abren la búsqueda correspondiente):

Más cosas. Viniendo de la gente de Wolfram, no podían fallar las matemáticas. Por poner sólo un ejemplo entre miles, puede resolver integrales indefinidas:

Además de en matemáticas, física, ingeniería y demás familia, es bastante potente en cuanto a geografía. Así, es posible buscar información sobre ciudades o países, o por ejemplo, obtener los terremotos cerca de una zona para una fecha determinada:

También ofrece datos climáticos pasados y la previsión meteorológica para los próximos días:

Otra de las operaciones que permite es la de comparar conceptos. Por ejemplo, tres idiomas:

Y también resuelve consultas menos… convencionales: ¿he bebido demasiado como para conducir? Si te sorprendes a ti mismo preguntando a un ordenador, la respuesta probablemente sea afirmativa.

¿Conclusiones? Pues como todo tendrá sus carencias, pero la idea y el resultado son excepcionales. La forma de recuperar la información es muy sencilla y rápida, y los resultados son muy completos, especialmente los relativos a ciencias e ingeniería –supongo que son las áreas que más se prestan a este tipo de herramientas– así que creo que nos vamos a llevar muy bien :-)

Quizá lo único que me plantea dudas es si será necesaria demasiada intervención humana para mantener o actualizar el conocimiento del sistema, porque por ejemplo, hay áreas sin desarrollar todavía… quizá esto pueda suponer un problema a la larga. Sea lo que sea, el tiempo lo dirá. Porque se lo he preguntado a Wolfram Alpha y él tampoco lo sabe.

A mí háblame en lenguaje natural

El uso del lenguaje natural ha sido tradicionalmente una de las grandes asignaturas pendientes de la informática en general y de la Inteligencia Artificial en particular. En principio, incluso los canis son capaces de comunicarse verbalmente con mayor o menor eficacia, de modo que parece una aspiración muy razonable el que algo que pretenda ser considerado inteligente sea capaz, por lo menos, de hablar.

Con todo, parece que últimamente se le empieza a dar más importancia a la interacción natural y fluida con los ordenadores, y un paso más en este sentido podría ser Wolfram Alpha, un motor computacional que en teoría será capaz de proporcionar respuestas exactas a preguntas que le sean formuladas en lenguaje natural. La revolución viene precisamente de que, hasta la fecha, para resolver una pregunta necesitamos encontrar el documento en que esté escrita su respuesta. Lo cual a veces puede ser complicado.

La clave de este sistema reside doblemente en la interpretación del lenguaje: por un lado necesita entender la pregunta que realiza el usuario. Por otro, necesitará mantener una base de conocimiento obtenido fundamentalmente de Internet, para lo cual es necesario a su vez procesar el contenido textual de los documentos de la red. Que es la madre del cordero.

De este tipo de cosillas se encarga una disciplina que denominamos Recuperación de la Información (Information Retrieval o IR en inglés), que abarca desde la informática a la documentación, pasando por la lingüística o la semiótica, cuyo principal cometido es tratar de encontrar formas de obtener conocimiento de bases de datos no estructuradas, como Internet. Sin embargo, el análisis de esta información es tan complejo que en un momento dado se pensó que sería más fácil que los humanos estructuraran correcta y formalmente su información que pretender que una máquina obtuviera datos de esa maraña caótica que es la red.

Más o menos así nació el concepto de web semántica, o lo que algunos llaman ya web 3.0 (vamos a tener tontería para rato). Para que lo entendamos, la idea es que si escribo mis datos de contacto en mi página web lo haga con un formato específico, de manera que incluso una máquina pueda entender que esa porción de información es mi tarjeta de visita y sea capaz, por ejemplo, de extraer mi teléfono automáticamente y ofrecer al usuario llamarme.

Y de momento, esto es lo mejor que se nos ha ocurrido para mejorar la forma en podemos obtener información de Internet. Sin embargo, el paso que habría dado esta gente con su motor de conocimiento supondría que podemos prescindir de adaptarnos a las máquinas y podemos hacer que las máquinas de adapten a nosotros. Ahí es nada.

Hace tiempo que Powerset, hoy propiedad de Microsoft, presentó un buscador muy interesante en la misma línea. Hoy lo recordé y estuve jugando un rato. Tiene sus lagunas, pero en general no funciona nada mal. Sin duda es un planteamiento tan prometedor como su tecnología…

Es de suponer que si esto sigue evolucionando de esta manera, la Inteligencia Artificial dará un paso adelante y la menospreciada inteligencia humana dará varios hacia atrás: ya ni siquiera será necesario saber buscar información, sólo preguntarla :-P

También es posible que sólo estemos ante humo. En informática es por desgracia tan frecuente que hasta tenemos una palabra específica para ese tipo de productos: vaporware.

Encontré este interesante artículo en Menéame.

¿Qué es el tiempo?

Hace ya más de tres años escribí un artículo sobre un programa de Redes, en el que trataron ciertos aspectos relativos a la memoria humana y a cómo está relacionada con nuestra percepción del tiempo. Los científicos parecen estar de acuerdo en que sentimos que el tiempo pasa más despacio cuando lo llenamos de experiencias novedosas, lo que explica por ejemplo por qué sentimos que los días pasan más rápido conforme nos hacemos mayores (snif), o por qué recordamos hechos traumáticos como una duración mayor de la que en realidad tuvieron.

Últimamente he invertido algunos ratos libres en ponerme al día con Redes, aprovechando que ahora publican los programas en su blog y no hay que estar despierto hasta las dos de la madrugada. En su programa número 20 titulado «Qué es el tiempo» entrevistaron a David Eagleman, director del Laboratorio para la Percepción y la Acción de la Escuela Médica de la Universidad de Texas.

La principal consecuencia que se puede extraer de sus estudios es que el cerebro obtiene información de muchos sentidos a velocidades muy distintas, y necesita hacer cierto trabajo para unir todas estas percepciones en una sola. En la entrevista, Eagleman pone un ejemplo que me parece muy significativo:

En los primeros tiempos de la televisio?n, los ingenieros estudiaban co?mo se podi?an enviar las sen?ales de audio y las visuales, y asegurarse de que estuvieran sincronizadas. Lo que descubrieron por casualidad es que no es necesario que este?n sincronizadas porque hay una ventana de una de?cima de segundo en la que las sen?ales pueden estar desfasadas pero el cerebro de los espectadores las sincronizara?.

Es decir, que nuestra percepción de la vida siempre va un poco por detrás de la realidad. Pero hay más:

La consecuencia es que cuando pensamos que se produce el «momento ahora», el «momento ahora» ya sucedio? hace mucho tiempo y las sen?ales cerebrales se han ido moviendo, hemos tenido que recopilar toda la informacio?n, compararla y entonces es cuando vemos el «momento ahora».

En el programa dan algunas pistas prácticas para entender todo esto y pillar a nuestro propio cerebro haciendo de las suyas. Por ejemplo, cuando nos ponemos frente a un espejo y miramos nuestro ojo izquierdo y el derecho alternativamente, nunca vemos nuestros propios ojos moverse. O cuando nos observamos las manecillas de un reloj, a veces nos parece que el primer segundo tarda un poco más en transcurrir…

Hoy me he tomado el día libre. Quizá sea el primero en varios meses, pero no podía haberlo elegido mejor. Hace un tiempo maravilloso. Hoy las horas están pasando lentas, llenas de experiencias olvidadas por culpa del invierno y del trabajo, la mayoría de ellas tan sencillas como dar un paseo, cocinar despacio, sentarse a escribir sobre lo que quieres o simplemente pensar.

Actualización: En los comentarios Trebol-a me da el soplo de que en el canal RSS de blip.tv están disponibles los archivos con los programas en formato mov, de manera que pueden descargarse :-) ¡Gracias!

Nadie me quiere

Hace ya unos meses que el Ministerio de Sanidad y Microsoft, que es una empresa de informática, presentaron un «robot» que resolvería preguntas sobre sexo y drogas a través del servicio de mensajería instantánea de dicha compañía, el Messenger ese. Dicho servicio estaba dirigido principalmente a ayudar a nuestros tiernos adolescentes a través de un medio que usan continuamente.

MechenyerEn su momento el tema permitió a la mayoría de los medios rellenar esos incómodos huecos informativos con «ingeniosos» reportajes, pero en mi opinión el tema es bastante serio. Trabajar con personas es trabajar con el material más delicado que existe y es una responsabilidad demasiado elevada para un estúpido agente software [inglés]. Para desempeñar esta labor ya hay personas formadas de sobra que lo hacen mucho mejor que cualquier maldita máquina, así que puestos a dar soluciones, es probablemente más útil un teléfono gratuito y confidencial de ayuda. Lo que pasa es que no queda tan moderno ni tan futurista, ni sirve para tirarse el rollo en ruedas de prensa hablando sobre las ventajas de la tecnología, la realidad virtual y lo chulos que son los putos guiños del Messenger.

En el plano técnico opino que la aplicación es bastante mala en su categoría, y de hecho ya comenté aquí hace más de dos años alguna aplicación que se hace pasar por humano con bastante éxito, y hace un poco menos escribí un poco sobre Anna, la asistente virtual de Ikea, que funciona bastante mejor. Así que Microsoft se la ha colado al Ministerio… no quiero pensar lo que habrán cobrado por el programa en cuestión –trabajar para la administración es un chollo–, pero lo cierto es que a primera vista parece parece bastante sencillo hacer tu propio robot…

El caso es que poco a poco la gente empezó a darse cuenta de que las respuestas que daba la simpática criatura –Robin se llamaba– no eran siempre tan acertadas como deberían, y más en un tema tan delicado. Así que empezaron a surgir algunas críticas. Como soy el hombre desactualizado, cuando yo me enteré de todo y agregué al Messenger a Robin para consultar mi mar de dudas, alguien le había practicado una lobotomía frontal.

Y allí estaba yo, adolescente de 22 años, con la respiración agitada, incapaz de dar respuesta a mis tribulaciones. Lean, lean:

Pau dice:
¡Hola Robin!

Robin dice:
Welcome. My name is Robin.

Pau dice:
Necesito hablar contigo

Robin dice:
Hola, soy Robin, y estoy aquí para responder a tus preguntas sobre salud sexual y alcohol. En este momento estoy actualizándome, vuelve pronto y estaré encantado de resolverte tus dudas. Mientras tanto puedes mandarme un correo a robin@msc.es con tus dudas. ¡Hasta pronto!

Pau dice:
¿No puedes ayudarme? Tengo un grave problema. Creo que estoy embarazado.

Robin dice:
Hola, soy Robin, y estoy aquí para responder a tus preguntas sobre salud sexual y alcohol. En este momento estoy actualizándome, vuelve pronto y estaré encantado de resolverte tus dudas. Mientras tanto puedes mandarme un correo a robin@msc.es con tus dudas. ¡Hasta pronto!

Pau dice:
Por favor, necesito compartir todo esto con alguien. No paro de llorar. ¿Cómo voy a contárselo a mis padres?

Robin dice:
Hola, soy Robin, y estoy aquí para responder a tus preguntas sobre salud sexual y alcohol. En este momento estoy actualizándome, vuelve pronto y estaré encantado de resolverte tus dudas. Mientras tanto puedes mandarme un correo a robin@msc.es con tus dudas. ¡Hasta pronto!

Pau dice:
¿Por qué nadie me escucha? A veces pienso que debería suicidarme…

Robin dice:
Hola, soy Robin, y estoy aquí para responder a tus preguntas sobre salud sexual y alcohol. En este momento estoy actualizándome, vuelve pronto y estaré encantado de resolverte tus dudas. Mientras tanto puedes mandarme un correo a robin@msc.es con tus dudas. ¡Hasta pronto!

Otra dramática y kafkiana escena del hombre contra la máquina. Yo, pobre adolescente embarcado en una dura lucha en busca de la verdad, me enfrentaba a la incomprensión de Robin, mi único amigo. Al final, por cierto, decidí no suicidarme.

Lo cierto es que el doctor lleva meses «actualizándose», supongo que será debido a que su estreno estuvo rodeado de cierta polémica por algunas de las respuestas que daba, no demasiado acertadas. La mayoría de los medios no fueron más allá, pero en otros pude leer artículos bastante críticos. En este último enlace, por cierto, nos regalan fantásticos fragmentos de la conversación que mantuvieron los periodistas con el doctor Robin. Mi favorito sin duda es:

¿Qué me pasa si me fumo un porro?

Si quieres más información acerca de alcohol . ¿Qué ocurre cuando se consumen bebidas alcohólicas? ¿Dónde puedo acudir si necesito ayuda?

Jo, cuánto lamento haber llegado tarde a la quema… Por cierto, ¿y el dinero?

Inteligencia artificial y estupidez humana

Para lograr que los ordenadores lleguen a pensar como nosotros veo dos opciones: La primera es intentar que las máquinas sean cada vez más inteligentes, y la segunda es conseguir que los humanos seamos cada día más estúpidos.

A fecha de hoy, los progresos realizados sobre la primera opción son muy modestos. No obstante, en el caso de la segunda estamos obteniendo resultados prometedores.

Ikealigencia Artificial

Hoy estoy feliz de la vida porque me ha llegado un correo bastante divertido con una cosilla que no conocía (y que por lo que me han dicho tiene ya unos meses…). Bien, resulta que los de Ikea han creado una especie de empleada virtual que te ayuda a moverte por su sitio web (para entendernos, es la versión moderna y usable del Clippo ese que todos odiamos).

Bien, que yo sepa está disponible al menos en esta web. Hay que seleccionar «Pregúntale a Anna» abajo a la derecha. Es un recuadrito con esta pinta:

Vamos, pregúntame, no seas tímido
Se abre una ventana donde podremos preguntarle lo que queramos: «¿cómo comprar un sofá?» y cosas así. Lo que pasa es que muchos han aprovechado para someterla a un «Test de Turing» (llamémoslo así xD) algo particular.

Yo empecé por cosas más o menos normales, como preguntarle el nombre y similares. También puedes presentarte. En general se defiende bastante bien, aunque lo mejor es, siguiendo los consejos del correo que recibí, pasar directamente al rock duro y escribirle cosas como «¿Te apetece tomar una copa?» (impresionante respuesta), «Me gustas», «Te quiero», «Sácate un pecho», «Que ojos más bonitos», «Fea», «Vaya culo», «Echar un polvo» (ésta es el mejor sin duda) y otras frases igualmente progresistas y consideradas. Tampoco hay que cortarse, al fin y al cabo es un programa…

Les recomiendo que hagan el experimento, la verdad es que es bastante curioso. Investigando un poco por mi cuenta descubrí que también responde a preguntas como «¿Quién te programó?», la particular huella de sus creadores.

Relacionado | El test de Turing (con comentarios sobre un software similar a Anna, el Doctor Abuse)

Cada día más humanos

Cada vez se parecen más a nosotros. Desde azafatas electrónicas hasta juguetes de nueva generación tan realistas que resultan inquietantes, todos son productos de una obsesión creciente y un poco preocupante por que los robots sean cada vez más parecidos físicamente a las personas.

A un nivel básico, el que un autómata sea antropomorfo es bastante conveniente: utilizar nuestra propia constitución como modelo para los robots en lugar de cualquier otra hace que las máquinas sean más cercanas y más sencillas de comprender, utilizar y manipular, pues nos es más sencillo relacionarnos con algo que se parece a nosotros. Y es más fácil provocar la ilusión de que una máquina es inteligente si se parece a un humano. Somos así.

Sin embargo, existe una especie de ceguera con respecto a este parecido, y últimamente observo que los ingenieros están muy interesados en que los robots se parezcan absolutamente a los humanos: hay que imitar rasgos faciales, expresiones y movimientos… lo cual a muchos nos parece bastante absurdo.

Me pregunto por qué necesitamos que los robots se nos parezcan tanto, sobre todo cuando siguen sin ser tan potentes como cabría esperar: todavía no son capaces de resolver con eficiencia todas las labores domésticas, ni siquiera les hemos enseñado a hablar con corrección… ¿para qué queremos entonces que sean iguales a nosotros? Es empezar la casa por el tejado: disponemos de preciosos androides clavaditos a su ingeniero jefe que no son capaces de hacer nada. Dicho de otro modo ¿para qué queremos un coche precioso si no tiene motor?

¿Por qué no nos ocupamos primero de lo verdaderamente importante? ¿Por qué no nos esforzamos en obtener un robot que sea capaz de hacer algo y de hacerlo bien? Luego ya nos ocuparemos de que sea guapo. Supongo que el motivo es bastante sencillo… es mucho menos espectacular un Asimo que un Actroid… aunque sea bastante más útil.

¿Que qué he dicho? Les hablo de estas dos criaturas. Por un lado el Asimo, de Honda:

asimo.jpg

Y el Actroid:

actroid.jpg

A simple vista todos nos quedaríamos con éste :-P El hecho es que Asimo es capaz de correr, mover mesas y bandejas, y aunque Actroid habla cuatro idiomas no puede ni andar… (pero eso sí, responde algunas bromas…)

Robots como este último están bien para lo que valen: conseguir publicidad, una mención en los informativos y que algunos empresarios paguen 800 dólares diarios por tener una recepcionista (con ese salario, ya puede ser buena…). Sin embargo, quizás deberíamos dirigir nuestros esfuerzos a conseguir robots que sean capaces de ayudarnos o de hacer algo que nosotros no podamos. En este sentido iniciativas como Asimo van por el buen camino: construir máquinas que realicen trabajo “físico?, que es el más peligroso para nosotros y para el que un robot puede estar mejor preparado.

A veces camina un poco como Chiquito de la Calzada, pero resulta bastante convincente… A mí me gusta más que la azafata-que-no-puede-caminar, aunque supongo que es efecto del famoso “Valle Inexplicable?, consecuencia del hecho de que percibimos como extraños o amenazantes a los robots que se parecen mucho a nosotros…

Este gráfico (Wikipedia) relaciona la respuesta emocional de los humanos con el antropomorfismo de un robot. Además, lo explican francamente bien en este artículo.

valle.gif

Curioso, ¿no les parece?

¿Pueden pensar las máquinas?

ArmstrongSe trata sin duda de una cuestión bastante controvertida, con muchas implicaciones en la psicología y en la ingeniería (y me atrevería a decir que en la filosofía). A pesar de las apariencias, no resulta nada sencillo responder a esta pregunta: para empezar tendremos que ver qué entendemos por “máquina?, qué significado le damos al término “pensar? e incluso a qué nos referimos con “pueden?.

La explicación de por qué cuestionamos el significado de esta última palabra es un poco enrevesada, pero resulta que no es lo mismo preguntarnos si las máquinas actuales pueden o si las máquinas en general podrán llegar a pensar un día. De hecho, podemos asumir que las máquinas pueden pensar aunque no sepamos diseñar una que lo haga: la cuestión no es si somos capaces de construirlas o no: es si es posible construirlas.

La cuestión de si las máquinas pueden o no pensar nos coloca directamente ante la pregunta de si podemos o no comprender nuestra propia mente. Incluso si en un futuro fuéramos capaces de alcanzar el total conocimiento de la mente humana, tal vez no seríamos capaces de replicarla sobre un autómata.

Para entender bien esto podemos pensar en el Sistema Solar: su comprensión, por sí sola, no nos habilita para duplicar sus procesos a una escala menor. Por otro lado, como señalan algunos autores, es posible que la inteligencia humana, en términos absolutos, sea demasiado compleja o demasiado dependiente de nuestra propia condición como para poder aislarla. Esto nos llevaría a preguntarnos si es posible generar inteligencia humana de manera externa al ser humano, lo cual puede parecer incluso contradictorio…

El análisis de nuestra pregunta nos conduce inevitablemente a estudiar qué consideramos una máquina: en cierto sentido, podemos flexibilizar un poco la definición… De hecho, hace unos siglos no se conocían más máquinas que ciertos mecanismos sencillos (poleas, carros…), y hoy en día disponemos de computadores, que son máquinas de una complejidad enorme si las comparamos con aquellas: el concepto de máquina ha ido expandiéndose a la misma velocidad que el desarrollo de la humanidad.

El estudio de ciertas entidades, como los virus, nos permite aproximarnos a ellos como máquinas construidas con proteínas (perdón por las posibles herejías que cometa en las próximas líneas). Otro ejemplo podemos encontrarlo en la bacteria Haemophilus influenzae Rd, cuyo genoma fue secuenciado completamente hace unos ocho años, y consta de 1830137 pares de bases, lo cual equivale a 360000 de bits (o sea, ni medio megabyte).

Podemos pensar, y hay diversas investigaciones encaminadas a ello, en explicar el funcionamiento de este organismo como si se tratara de una máquina, mediante la aplicación de técnicas bastante similares a las que se usan en electrónica digital.

Una vez podemos considerar a una bacteria como una máquina muy compleja, podríamos incrementar este grado de complejidad hasta llegar a ver diversos animales como máquinas. Luego si podemos considerar que los humanos somos un tipo de máquina, querrá decir que las máquinas pueden pensar.

Un fallo importante de este último argumento consiste en la materia de la que están construidas las máquinas. Así, es posible que una máquina construida con Silicio no pueda pensar nunca, y una basada en el Carbono sí… La polémica en este punto está servida: mientras una corriente se apoya en la materia como base de la inteligencia, otra entiende que lo importante no es cómo esté construido el sistema, sino el tipo de operaciones que puede ejecutar.

En este sentido, A. Newell y H. Simon, propusieron una hipótesis según la cual cualquier sistema capaz de manipular datos simbólicos (básicamente, hacer operaciones matemáticas) dispone de los medios necesarios y suficientes para desarrollar una actividad inteligente; de esta manera no importa de qué esté fabricado el sistema, sino las actividades que puede llevar a cabo. Una última tendencia sostiene que lo importante no son los símbolos sino las señales, y que en ellas reside la capacidad real del sistema.

En la definición del término pensar es donde podemos encontrarnos con verdaderos problemas, que fueron precisamente los que Turing trató de evitar diseñando su test. Particularmente, opino que este test no es una aproximación muy fiable, y que si lo tomamos como referencia, podríamos encontrarnos con máquinas que puedan ser consideraras inteligentes mucho antes de los que pensamos. Y la cuestión no es que podamos decir que algo es inteligente, sino que ese algo lo sea de verdad…

Pero tengo que confesarles que a menudo me planteo una pregunta incómoda… ¿realmente necesitamos que las máquinas piensen? ¿por qué no empezamos a pensar los humanos?

Nota: Esta entrada está basada en Inteligencia Artificial: una nueva síntesis; de Nils J. Nilsson.

A vueltas con la información

Es complicado ponerse de acuerdo sobre una definición de lo que es la información, aunque utilizando una aproximación tecnológica podemos identificarla con un concepto que encapsula (o representa) el estado de un sistema. Desde un punto de vista práctico, hay que decir que no nos interesa la información en sí, sino la manera en que podamos compartirla.

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Los humanos nos transmitimos conocimientos o sensaciones de muchas maneras: podemos, por ejemplo, hacerlo a través de nuestro lenguaje corporal. Una mirada, una seña, una sonrisa… no responden a una formalidad informativa, sino a un conocimiento conceptual que compartimos, a un protocolo no escrito. Están basadas, por tanto, en habilidades de tipo cultural. Incluso podemos decir una cosa y que nuestro interlocutor entienda que en realidad pensamos lo contrario (intente ser sarcástico con su ordenador, a ver cómo le va…)

Sin embargo, otras muchas veces, escribimos ideas o pensamientos, siguiendo un esquema fonético, con lo cual estamos realizando una conversión de información a lo que llamaremos datos. Parece complicado digitalizar nuestro pensamiento como tal y enviárselo a otra persona electrónicamente, pero sí que es posible escribir ese pensamiento y digitalizar ese texto. Posiblemente gracias a esta facilidad para representar conceptos de una manera formal ha podido desarrollarse la humanidad. En el fondo, y aplicando una visión abstracta, representar la información de una manera convencional ha permitido un enriquecedor intercambio al posibilitar la transmisión de conocimiento.

Nótese que utilizamos dos términos diferentes para expresar realidades diferentes: una cosa es la información (el conocimiento en sí) y otra su representación: los datos. Para entender esto, podemos hacer una prueba: yo tengo veinte discos sobre la mesa, y es algo que sé: es la información. Ahora bien, puedo representarlo como datos, escribiendo “20?, “XX?, “10100?, o lo que desee. Insisto: información no son datos.

De esta sutil diferencia parte el abismo que nos separa de las máquinas. No se puede decir que los ordenadores sean estúpidos porque sería como decir que una batidora es antipática. Quienes menosprecien a los ordenadores por no ser inteligentes deberían intentar resolver en un segundo una operación como 129238237429 x 128223472… y entonces habría que replantearse quién es el inútil aquí.

Parece claro entonces que nos movemos en dominios distintos: los humanos podemos procesar la información como un conjunto, y los ordenadores sólo podrán manejarla si les es descompuesta en datos digitalizables. Simplificando a lo bestia, hay dos planos: humanos e información, ordenadores y datos. Para que estos dos planos puedan comunicarse es preciso establecer mecanismos capaces de convertir información en datos y viceversa. Los tenemos.

Escribo esto para poner de relieve el hecho de que los ordenadores necesitan hacer un tratamiento ordenado y sistemático de la información que les llega, para lo cual no vale todo: son necesarios unos formalismos que sirvan para ordenar los datos. Y de esos formalismos nos ocuparemos próximamente.