Antorchas en la biblioteca

Imaginemos que en lugar de máquinas de duplicar unos y ceros, alguien inventase la máquina de duplicar átomos: electrones, protones, neutrones... que pudiese crear moléculas, y que en consecuencia, pudiese duplicar no la realidad virtual, sino la realidad física. En suma: que se pudiese inventar la máquina que hiciese eternos e infinitos los panes y los peces –y la propiedad inmobiliaria, de paso–.

Estaba viendo hace un momento el vídeo de la conferencia titulada «Antorchas en la biblioteca», pronunciada por el abogado Carlos Sánchez Almeida en el Seminario sobre la Ley de Economía Sostenible celebrado el 3 de marzo de 2010 en la EUITT de la Universidad Politécnica de Madrid, en la que reflexiona sobre las características de Internet y sobre los modelos de negocio de las obras intelectuales. El texto de la conferencia está disponible en Kriptópolis, pero hay una pequeña parte improvisada (a partir del minuto 17:52) que me parece especialmente digna de mención:

Imaginemos que en lugar de máquinas de duplicar unos y ceros, alguien inventase la máquina de duplicar átomos: electrones, protones, neutrones… que pudiese crear moléculas, y que en consecuencia, pudiese duplicar no la realidad virtual, sino la realidad física. En suma: que se pudiese inventar la máquina que hiciese eternos e infinitos los panes y los peces –y la propiedad inmobiliaria, de paso–.

Pues bien, si alguien inventase eso, ningún jurista con dos dedos de frente diría que el código civil español pudiese servir en esas circunstancias. Porque el código civil no describe otra cosa en la mayor parte de sus artículos que los modos y formas de conseguir y conservar la propiedad. Cuando en el mundo digital se ha conseguido ya la duplicación absoluta de cualquier contenido, intentar mantener derechos de autor anclados en el pasado es absurdo. Lo que hay que hacer es pensar en un nuevo sistema de propiedad intelectual.

Y esa es la gran diferencia –obviada sistemáticamente por quienes se empeñan en convertir en delincuentes a toda la población– entre robar un disco en la tienda y descargar una canción: que el propietario de la tienda no puede clonar el disco al instante y a un coste marginal y regalárnoslo. Pero es que hay más. Si en efecto esto último fuera posible ¿quién compraría un disco pudiendo clonarlo?

Yo tampoco.

Actualización: En los comentarios, Nanaki (¡gracias!) hace referencia a La máquina de duplicar pan, una historia atribuida a Richard Stallman que dice así:

Olvidémonos por un momento de GNU/Linux, del software (libre o no) y de la copia de programas. Y fabulemos un poco. Imaginemos que, en alguna parte del mundo, en una prestigiosa universidad, alguien construye un invento completamente imprevisto: la máquina de duplicar pan. Es una máquina maravillosa. Casi no consume energía, la puede manejar cualquiera, se puede construir por millones a bajo coste, y no necesita materia prima ni mantenimiento. Su funcionamiento es simple: introduces una pieza de pan por un lado, y salen dos por el otro. La segunda es indistinguible de la primera: igual de sana, igual de nutritiva, con el mismo sabor. Y el proceso se puede repetir indefinidamente, usando las piezas de pan originales o las nuevas que ha producido la propia máquina. Muchos ya ven los problemas mundiales de hambre resueltos por fin. Se piensa inmediatamente en los duplicadores de lechugas, filetes, zanahorias, lenguados y otros muchos alimentos…

Pero antes de que nada de esto ocurra, comienza una campaña de publicidad en todos los medios. En ella aparecen drogadictos, asesinos, ladrones… y duplicadores de pan. El lema de la campaña es: “Cada vez que alguien utiliza el duplicador de pan, todos perdemos?. La campaña está dirigida por las asociaciones de panaderos, con dinero de toda la industria de la alimentación. Aparecen, en todas las cadenas de televisión, en todos los periódicos, en todas las emisoras de radio, opiniones a favor de los panaderos y en contra de los que están empezando ya a duplicar pan. Se plantean cuestiones como: Si se permite la máquina de duplicar pan, ¿quién asegurará que tendremos innovación y nuevos tipos de pan?, o si no se prohíbe la máquina de pan, ¿de qué van a vivir los panaderos? Inmediatamente se proponen legislaciones que prohíben la fabricación, comercialización y uso de máquinas duplicadoras de pan, y se empieza a considerar éticamente malo duplicar pan… Con el tiempo, las legislaciones se ponen en vigor, se crean ramas específicas de la policía para perseguir la copia ilegal de pan, y los panaderos, ya organizados, empiezan una campaña para que los productores independientes de pan tengan que pagar derechos por las recetas de los tipos de pan más habituales.

El canon: guía de supervivencia

Hace relativamente poco tiempo que el debate sobre el canon ha llegado a los grandes medios y en consecuencia, a la calle. El problema que veo es que aunque la oposición al canon es prácticamente universal, hay un desconocimiento igual de amplio sobre nuestros derechos en este campo –quizás “gracias? a las campañas de “sensibilización? con las que los gobiernos nos educan para que renunciemos a nuestros derechos en favor del negocio de unos pocos–.

Así que creo que es un buen momento para comentar algunas ideas sobre el canon y sobre lo que podemos y no podemos hacer. Evidentemente, no soy un experto en derecho (y me dejaría matar antes de serlo), así que voy a limitarme a dar algunas pinceladas…

Tienes derecho a copiar

En España existe algo llamado el “derecho a la copia privada?. Este derecho nos habilita para copiar obras musicales sin restricciones, y no sólo como copia de seguridad, ojo. También podemos prestar o regalar estas copias a otros sin restricciones, siempre que no exista ánimo de lucro (Art. 270 del Código Penal). ¿Por qué el Estado permite esto? porque se entiende que la cultura es importante, y que es más importante el acceso a la misma que la justicia salarial para quienes la generan (esto debe de ser una moda hippie, porque sólo viene escrito en la Constitución…).

¿Qué se considera ánimo de lucro?

Recibir beneficio económico por esa copia, es decir, venderla. Sin embargo, las sociedades de gestión, como la SGAE, afirman que si copio un disco me ahorro el importe del mismo, por lo que lo hago con ánimo de lucro. Creo que todos somos capaces de apreciar la falacia, que en la práctica eliminaría por completo el derecho a la copia privada. ¿Por qué el legislador incluyó en la ley esa frase de “ánimo de lucro?? Lo que la ley prohíbe, fuera de interpretaciones sesgadas, es comerciar con esas copias, lo cual personalmente considero razonable. Esa es la verdadera piratería.

Así que, con independencia de lo que digan algunos, es legal copiar discos, llevarlos en el coche y regalarlos a los amigos si nos apetece. Y esto tampoco me lo invento, está respaldado por la ley y por resoluciones judiciales.

¿Y es legal descargar música del eMule?

Por supuesto que es legal. En un momento dado la música se volvió digital, y empezó a contarse por bits y no por átomos. La industria discográfica sigue empeñada en vender átomos (los discos), cuando lo que nos interesa a nosotros son los bits (la música). Tratar la música como información y no como un objeto nos permite dejarle un disco a un amigo sin necesidad de que exista una copia física: nos vale con transmitírselo de alguna manera. Las redes P2P (la mula, vamos) permiten realizar este intercambio. Dicho intercambio no puede considerarse una difusión, y tampoco lleva asociado un ánimo de lucro, luego es legal descargar música a través de Internet a través de una red de este tipo.

¿Por qué surgió el canon?

El canon nació como un intento por compensar a los artistas por las posibles pérdidas que pueda acarrearles que ejerzamos el derecho a la copia privada.

Es importante remarcar que el canon sirve para compensar esta copia privada, y no para compensar la piratería. Por tanto es incorrecto decir que pagar el canon legitima para piratear. Eso es dar la razón a quienes quieren privarnos de ese derecho, que saben jugar muy bien a la desinformación cuando les beneficia.

Recaudación del canon

El canon no es nada nuevo, se venía aplicando ya, por ejemplo, a las cintas. La cuestión es que hay que reconocer que un porcentaje muy elevado de las cintas que se vendían se usaban para copiar otras cintas o para grabar de la radio. Qué tiempos aquellos. Este canon no era tan injusto, aunque esto no quiere decir que fuera precisamente justo: durante mucho tiempo las entidades de gestión se beneficiaron de profesiones como el periodismo, que necesitaba hacer un uso intensivo de este material.

Pero vamos, que la mayoría de las veces las cintas se usaban para copiar música. Y este fue probablemente el inicio de la carrera de muchos artistas. Algunos de los cuales se permiten hoy hablarnos de justicia social y de cultura.

Cuando surgió el disco compacto es cuando todo se salió totalmente de madre. Porque si bien una cinta de casete se usaba casi siempre para almacenar audio, un disco es un soporte informático que tiene muchos posibles usos. Quiero decir que cuando mis padres iban de viaje hace años no guardaban sus fotos en una cinta, pero ahora sí que las guardan en un CD. En esta diversidad es donde la injusticia se hace más evidente, hasta el punto de haber convertido al canon en un impuesto totalmente arbitrario e injusto, además de desproporcionado.

No tiene sentido suponer que todo quien compra un CD va a utilizarlo para copiar un disco, como es absurdo pensar que alguien que compra un móvil multimedia va a utilizarlo para escuchar música.

¿Y ahora?

Ahora nada. Es deber de nuestros políticos recordar que los intereses de una industria con un modelo de negocio en crisis no son más importantes que los de todos los ciudadanos. Que la firma de cuatro culturetas en horas bajas no vale más que la de cientos de miles de contribuyentes. Que la cultura es un derecho, y no un privilegio. Que la sociedad de la información no se impulsa gravándola con impuestos. Que estamos inmersos en una nueva sociedad que será gracias a ellos o pesar de ellos, pero que será de todos modos.

Y es responsabilidad nuestra conocer nuestros derechos y exigir a nuestros políticos que los defiendan. Esta entrada quiere contribuir a ello: hasta ahora sólo me había centrado en criticar el canon (creo que mi opinión al respecto está más que clara), pero creo que siempre está bien ir más allá.

Diezmo

Creo que no lo he comentado todavía por aquí, pero llevo unos meses trabajando como autónomo en programación de aplicaciones y páginas web. Con tanto trabajo y con la ingeniería superior en marcha, apenas tengo tiempo para escribir, lo cual me entristece un poco, pero de momento es lo que hay… sin embargo, creo que el sacrificio acabará valiendo la pena.

El caso es que hasta ahora nunca me había visto obligado a pedir facturas de todos mis gastos. Y hasta ahora, nunca me había dado cuenta de que la cantidad de dinero que se lleva la SGAE de nuestros bolsillos no es nada despreciable.

Esta mañana compré 25 CD grabables y otros tantos DVD, y por primera vez he visto el canon convenientemente desglosado en una factura. Y os aseguro que a esta hora todavía no se me ha quitado la cara de gilipollas. Por la tarrina de CD, he regalado a la SGAE 5,25 €, y por la de DVD, la friolera de 15,00 € (sin IVA). En total, algo más de 20€, es decir, que he pagado más en concepto de canon que por los discos en sí. Ambos conceptos forman parte del precio, son impuestos indirectos, por lo que ni siquiera puedo deducirlos de mi declaración.

En general, no llevo mal lo de pagar la Seguridad Social para que los viejecitos de mi barrio puedan ir al médico a pasar la mañana. Que hacienda vaya a llevarse su tanto por ciento a final de año es algo que asumí cuando decidí hacer las cosas bien y por lo legal. Como soy joven y todavía no ando muy desengañado, me creo que con eso contribuyo a algo. Por lo menos a que algún ministro cambie de traje. Pero pagarle las cañas a Teddy Corleone y sus secuaces es otra cosa…

Y es que hasta hoy el canon sólo me molestaba, digamos, en el plano ideológico. Pero supongo que me he dado de bruces contra el mundo real. De todo lo que todavía no he ganado este mes, la SGAE me ha soplado ya 25 €. Y no estoy dispuesto a consertirlo. Ni de coña.

De modo que he decidido responder al fuego con fuego, y ya he decidido cómo voy a vengarme. Por lo pronto empezaré a enterarme de cómo puedo reclamar legalmente esos 25 €, ya que no copiaré música en esos discos. La segunda parte de mi plan es más ambiciosa. A partir de ahora, si un cliente pertenece a la SGAE, añadiré un recargo a su trabajo como compensación por el impuesto que su organización me cobra (¿no sería genial que todos hiciéramos lo mismo?).

Al próximo que quiera una página para promocionar su disco le trinco los 20 € de hoy por mis cojones. Quien a hierro mata, a hierro muere.

Tijera contra papel

Creo que esta es la entrada que más he disfrutado de todas las que he escrito. Si quieres escuchar la canción, puede descargarse gratis de aquí, como todas las de Soziedad Alkohólika.

Quieren cortarnos la lengua
con la tijera de la intransigencia,
con la tijera de la necedad,
con la de la autoridad.

Quieren callar nuestra voz
porque no pensamos como quieren ellos,
porque queremos ser diferentes,
queremos otra realidad
.

Quieren taparnos la boca
Para que nadie nos pueda escuchar,
para que solo se oiga su mensaje,
y nadie pueda dudar.

Los que gestionan la percepción
solo les dan la palabra a sus amos,
sumisos a la mano que les paga,
a unos dan voz y a los otros los callan.
¡Mercenarios, mal nacidos!
A nadie engañáis, ya sois conocidos,
todos sabemos quien es vuestro dueño.

Barato les sale usar a sus siervos
Para que echen mas leña al fuego,
para que quemen en la hoguera
a los infieles a su régimen.

Quieren cortarnos la lengua
para que nadie nos pueda escuchar,
para que solo oiga su mensaje
y nadie pueda dudar.

Tijera contra papel,
Piedra contra tijera

Soziedad Alkohólika – Piedra contra tijera

Actualización: Este artículo ha sido meneado. ¡Únete a la hermandad templaria y haz tu lo mismo!

El ojo de Sauron

Preocupado me ando. El ojo de Sauron se ha fijado en Merodeando, el blog de Julio Alonso, CEO de Weblogs SL, por comentar en una entrada de hace años el famoso Google Bombing a la SGAE.

eyeofsauron.jpg

La Innombrable exige a Julio Alonso la retirada íntegra del post, amenazando con demandarle por difamación. Él mismo lo explica en su blog, en el que puede leerse íntegro el burofax que le ha sido remitido por parte de los servicios jurídicos de la SGAE. Una de las partes que más me ha llamado la atención en dicho burofax es la frase:

Entendemos que el contenido de dicho artículo resulta injuriante para el buen nombre de la SGAE.

A la que no pienso añadir comentario alguno. Julio Alonso ha puesto el caso en manos de sus abogados, y por el momento, no ha retirado el post, decisión que me permito aplaudir.

Personalmente, estoy preocupado porque yo mismo hace unos días comenté una nueva estrategia de bombing (que por cierto, parece que no ha dado sus frutos), y ahora temo que el ojo de Sauron se fije en mí mientras merodeo por las tierras de Mordor.

Al final, la Sociedad General de Autores y Editores lo ha logrado: les tengo miedo. A ellos, a su aparato jurídico, y a los jueces que dictan sentencias sin conocer la tecnología que condenan.

Pensé que jamás me sentiría así, caminando con cuidado esperando pasar desapercibido para el gran ojo de Sauron.

Actualización: Gracias a todo este revuelo, a la SGAE se le ha salido el tiro por la culata. La entrada de Merodeando titulada SGAE=ladrones ha subido del tercer puesto al primero al buscar ladrones en Google. Toda una jugada maestra xD.

Hay artículos muy interesantes a este respecto en Microsiervos y en el blog de Enrique Dans. Creo que me equivoqué y que no hay motivos para la inquietud.

Al fin y al cabo, somos más.

El Google bombing

No es el estilo habitual en este blog, pero creo que por un día puede hacerse una excepción porque la situación lo requiere.

Como muchos sabrán, buscando «ladrones» en Google, la página de la SGAE aparecía como primer resultado. Esto fue posible gracias a una campaña de todos los que teníamos una web, que consistió en enlazar a nuestra amada sociedad así: ladrones.

Este enlace masivo era interpretado por el motor de búsqueda de Google como que en sgae.es existe contenido muy relacionado con la palabra «ladrones», al encontrar muchos enlaces con el mismo texto. Sin embargo, recientemente, el buscador cambió su algoritmo para evitar este tipo de acciones (que por otro lado, comprometen la pertinencia de los resultados). Sin embargo, no todo estaba perdido, y el esfuerzo de la comunidad ha terminado por dar sus frutos.

Ahora la idea es repetir el bombardeo enlazando a www.sgae.es/?ladrones. Así que la idea es enlazar ladrones con la web de la SGAE con el parámetro falso. Personalmente, no entiendo la necesidad de enlazar con el texto ladrones, aunque si hay tantas personas que ya han decidido enlazar escribiendo ladrones, digo yo que eso de los ladrones servirá para algo, aunque no soy definitivamente partidario de incluir el enlace de ladrones. Lo digo porque después de todo, un link como ladrones sólo servirá hasta que Google cambie su algoritmo de nuevo y entonces lo de ladrones no sirva para nada. Aunque hasta que ese momento llegue, quizá no sea mala idea lo de ladrones. Pero no lo tengo claro.

En fin, que ahora están en el puesto 12. Y subiendo:

boooomba.png

¿Cuánto tardarán en llegar al número uno? :-P

Fuente | Google Bombing V2.01 | Xeoweb: El google bombing vuelve a funcionar
Más | telendro.com.es: ¿Vuelven los bombings?
Vía | Menéame

Lo que pienso de ellos

Todo viene de lejos. Un día se dieron cuenta de que las cintas de audio servían, entre otras muchas cosas, para copiar otras cintas de música. Así que decidieron que toda cinta virgen vendida llevaría un recargo para compensar a la industria por esa pérdida.

Años más tarde, decidieron que un disco compacto podía usarse para copiar discos con música (entre otros cientos de usos). Así que de nuevo, decidieron repercutir un coste adicional en todo disco virgen vendido.

Ellos sólo representaban a una parte de los artistas afectados. Por otro lado, no todos los soportes adquiridos se utilizaban para copiar música. De modo que de todos los discos que se vendían, sólo una parte se usaba con fines ilícitos. Y de esa parte, no todos perjudicaban a los artistas que ellos representaban. Aun así, ellos cobraban este impuesto y lo gestionaban a su voluntad.

Un día alguien se dio cuenta de que las líneas de Internet de alta velocidad también podían utilizarse para transferir música robada a un pobre artista indefenso y a sus representantes (que morían de hambre en las cunetas). De modo que se decidió ampliar aquel tan necesario impuesto, para que esas líneas también pagaran.

Después, se dieron cuenta de que las memorias USB también servían para llevar acabo tamañas tropelías, por lo que decidieron aumentar su precio y recaudar más dinero para luchar contra semejante lacra. Claro que también los discos duros pueden almacenar música… de modo que deben pagar. Mi disco duro tenía 80 GB de capacidad y contenía apenas 1 GB de música, pero era justo pagar para que los artistas pudieran vivir bien.

Sin embargo, el pirateo infame se seguía produciendo. Pronto advirtieron de que algunas personas tenían por costumbre escribir las letras en papeles. De modo que gravaron los papeles. Y los bolígrafos. Toda hoja de papel vendida retribuía con un 10% de su importe a la sociedad representante de tan desafortunados artistas.

Pero aún quedaba un enemigo mortal de los derechos legítimos del autor sobre su obra: la imaginación. Resultaba indignante que algunas personas pudieran sentarse en su casa silenciosa y recordar una canción de un grupo. Los más atrevidos, incluso se atrevían a silbar o tararear. No podía tolerarse ese acto de difusión pública de una obra protegida, por lo que la “sociedad? decidió que todo ciudadano al nacer contenía un cerebro capaz de almacenar millones de gigabytes de música, y que por tanto, debía pagar impuestos.

Y sin embargo, la música se seguía copiando, o escribiendo, o memorizando, y los artistas y sus representantes seguían viéndose injustamente incapaces de controlar toda esa música robada ilegítimamente.

A ellos les digo: no se puede controlar aquello que nace de la misma esencia del ser humano: comunicarse, compartir, prestar, ayudar… son conceptos tan antiguos que se pierden en la noche de los tiempos. El ritmo, la música, el arte… son expresiones que existían antes de vosotros, artistas interesados, representantes mafiosos, gobernantes corruptos. Y que seguirán existiendo después de vosotros. Me acusáis por televisión de acabar con la música, pero sois vosotros quienes habéis acabado con ella: la matasteis en el mismo momento en que la convertisteis en un negocio, en el mismo instante en que convertisteis en artistas a meros productos de despacho. Acabasteis con ella en el mismo momento en que pensasteis, egoístas como sois, que el arte era vuestro negocio.

Representáis las fronteras cerradas, las mentes estrechas, el pasado. Odiáis y teméis a partes iguales este nuevo mundo virtual que se abre ante nosotros, donde no existen fronteras ni limitaciones, donde el conocimiento manda sobre el dinero. En el que hay un lugar para todos.

Incluso para vosotros.

El cuchillo jamonero de la SGAE

La cosa va de piratas. Así que cuidado con lo que decimos, porque existe una asociación que, además de defender los derechos de los autores y los editores musicales, tiene tiempo para demandar a todo aquel que ose cuestionar sus planteamientos. No es victimismo, sino la cruda realidad. Lo cierto es que hay que andarse con ojo.

Posiblemente no soy el más indicado para juzgar la obra y milagros de la-que-no-debe-ser-nombrada, porque no soy autor ni editor y no tengo el mínimo interés por la industria musical. Ellos tienen su negocio y yo tengo el mío. Yo hago programas y me pagan. En principio no tengo mucha relación con su mundo. Bueno, pues parece que sí…

Por razones profesionales y por puro placer, tecleo a diario cierta cantidad de código para diferentes programas informáticos. En mis ratos libres me encanta escribir sobre mil temas, hasta puede que empiece una novela. A veces hago fotos y me las paso al ordenador. También grabo vídeos. Mis aplicaciones suelen ser software libre, pero en todo caso tengo derechos de autor sobre ellas. Lo que escribo es propiedad mía. Mis fotos son mías. Mis vídeos son míos.

Una vez a la semana hago una copia de seguridad de todo, por si las moscas. Para hacer estas copias de seguridad de mis datos utilizo CDs grabables, los cuales adquiero legalmente. Sin embargo, pago un fijo a una organización privada porque al parecer hay personas que se dedican a copiar ilegalmente música sobre estos soportes. Esta organización estipula que es una compensación justa que ellos deben cobrar en nombre de todos los autores (incluídos los que ni siquiera representan).

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Pues no lo acabo de ver. Muchas personas utilizan cuchillos jamoneros para matar. Un día me compré uno y no tuve que pagar un canon compensatorio para ayudar a las víctimas de los cuchillos jamoneros (que sin duda deben de ser muchas). La inquietud me invadió: ¿podía alguien reclamarme esa indemnización?

Preocupado como estaba, temiendo que me acusaran de asesinato por estar en posesión de un cuchillo jamonero de treinta centímetros, revisé la legislación. Existe algo que se ha denominado principio de presunción de inocencia, recogido en el artículo 24 de la Constitución, y que en la práctica impide que alguien me condene sin un juicio. De modo que ahora sí que no entiendo por qué me cobran un canon argumentando que usaré mis CDs para grabar música bajo derechos de autor… ¿no tengo derecho a un proceso justo que establezca mi culpabilidad? Me acusan por adelantado de un delito que no he cometido y me imponen un perjuicio económico. No sé como le sentaría a la gente que le cobraran una multa de tráfico al comprar el coche.

Otra pregunta que me hago, como ciudadano ignorante que soy, es de dónde emana el poder de la SGAE. Quiero decir, ¿cómo se regula su poder para imponer un impuesto o una sanción? Con mi desconocimiento de las leyes, todo puede ser, así me volví a la Constitución, esperando encontrar un artículo que dijera algo como “la SGAE tiene competencias en la imposición y recaudación de impuestos?. En su lugar, el artículo 133 viene a decir “la potestad originaria para establecer los tributes corresponde exclusivamente al Estado, mediante Ley?. Pues no sé yo. Sin saber mucho de leyes todo esto me parece un poco… cómo diría… irregular.

Así que al parecer, una corporación privada puede recaudar nuestro dinero, mientras viola nuestra presunción de inocencia, para compensar a sus asociados. Tras profundas meditaciones, he decidido crear la SGVCJ, Sociedad General de Víctimas de Cuchillos Jamoneros, que recaudará el 5% del precio de venta de cada cuchillo de estas características para compensar a las múltiples víctimas de estas armas. Da igual que quien lo compre insista en que lo utilizará exclusivamente para cortar jamón. Eso lo dicen todos. Asesinos.