Hay una maldición oriental que dice algo así como «ojalá vivas tiempos interesantes» y que creo que es la de toda una generación. Esa que está justo en medio de la tormenta perfecta, viendo como el viento se lleva el techo, las pareces y todo lo que parecía ser inamovible.
Uno de los problemas que más me preocupan de esta tormenta es que hay una masa creciente de almas perdidas dispuestas a escuchar casi cualquier cosa que parezca tener algo de sentido. La siempre rentable industria de los clavos ardiendo cotiza tan al alza como la desesperación, el miedo y la frustración.
En los últimos tiempos he leído tantas recetas para el éxito y la realización personal y profesional que empiezo a tocar fondo, especialmente porque resultan un tanto repetitivas. En el fondo, gente escribiendo libros sobre autorrealización ha habido siempre. Cosas como «Los siete hábitos de la gente altamente efectiva», que curiosamente no incluyen leer la opinión de un idiota sobre el tema, o «Cinco razones por las que Steve Jobs revolucionó el mundo», entre las que apuesto que no figuran perder el tiempo repasando listas llenas de tonterías.
Sin embargo, hay un nuevo tipo en alza. Yo los llamo «gurús autorreferentes».
Los gurús autorreferentes tienen ciertos rasgos característicos. Uno es que dejaron un trabajo alienante en una empresa gris con el que se ganaban la vida de sobra –este detalle es fundamental, no puede dar la impresión de que estaban desesperados– pero que no colmaba sus ansias de volar en libertad. Así que un buen día hicieron la mochila y partieron hacia el atardecer en pos de sus sueños.
Así es como el gurú autorreferente consiguió romper las cadenas de su frustración vital y dedicarse a lo que de verdad era su pasión: enseñarte cómo lo hizo. Y cobrarte por ello. Yo sé algo que tú no sabes. Compra mi libro. Apúntate a mi curso de coaching. Y así.
No veo nada de malo en que a alguien le vaya bien y además lo quiera contar, y si gana dinero haciéndolo, mejor que mejor. El problema es que no sé si sus fieles seguidores comprenden que el sistema no puede soportar un número ilimitado de gente dejando sus trabajos para vender a otros el secreto sobre cómo consiguieron salir de sus trabajos vendiendo a otros el secreto sobre cómo salir de sus trabajos vendiendo a otros el secreto sobre cómo salir… creo que se entiende.
Porque el razonamiento central («abandona tu trabajo de mierda e intenta vivir de lo que de verdad te gusta») sólo funciona si lo que de verdad te gusta es un negocio. Vender soluciones fáciles a personas desesperadas o frustradas ya sabemos que sí lo es. Pero realmente preferiría leer la experiencia de alguien que, por poner un ejemplo, dejó su trabajo en una multinacional y se montó una empresa. De estos conozco a algunos, y lo que cuentan no es lo que yo llamaría una solución fácil.
Uno de los argumentos habituales de los gurús autorreferentes es que cuando trabajas para alguien estás vendiendo lo más valioso que tienes en tu vida: el tiempo. Y todo a cambio de unas monedas. Yo de hecho llegué a pensarlo así durante un tiempo. Luego me di cuenta de que los gurús autorreferentes ya no necesitan vender su tiempo a cambio de unas monedas porque se venden ellos enteros.
Trabajar haciendo lo que te gusta es un privilegio de unos pocos, sólo un poco por encima de poder siquiera planteártelo. Y en cierto sentido no hay nada de malo en ello, no siempre lo que nos apasiona tiene que ser nuestro medio de vida, y de hecho también puede ser positivo que no lo sea. Por poner un ejemplo, si a partir de mañana dedicara mis horas libres a escribir novelas apuesto a que crearía algo más artísticamente puro que si dejara mi trabajo para hacer lo mismo, en cuyo caso me vería obligado a pensar en términos comerciales, a establecer una disciplina de trabajo, pensar en unos plazos… cosas que en definitiva me distraerían de la creación misma.
Así que la próxima vez que la publicidad encubierta de un gurú autorreferente te haga sentir mal, piensa que trabajar honradamente para otra persona es una opción mil veces más decente que hacer de hombre-anuncio y sacarle la pasta a un montón de idiotas vendiéndoles clavos ardiendo.